Capitulo 4


Capítulos. Tara




Cap. 4

Cuando llego el fin de semana y taras una agotadora semana de exámenes, Raúl, decidió darle una sorpresa a Tara.
En casa de Tara, sonó el timbre de la puerta.
-Ya abro yo- dijo Tara.
-¡Hola!- saludo al ver que era Raúl- pasa.
Y se apartó para que pudiera pasar al interior de la casa, subieron los dos al cuarto de ella ante la mirada de su madre.
En el cuarto traserro la puerta de su habitación y se encontró los labios de Raúl en los suyos.
-Lo siento, no aguantaba más- y se rieron los dos.
Se sentaron los dos en la cama y él empezó a explicarle el motivo de su aparición.
-Veras, este fin de, ya que es puente me voy con mi hermano a la casa de mi tío en el monte y quisiera saber haber si quieres venir conmigo.
Tara se quedo un momento pensativa, salió del cuarto ante el asombro de él y dos minutos después subió a trompicones por las escaleras.
-¡Sí puedo!- y se tiro encima de él obligándolo a tumbarse y le dio un beso.
-¡Genial! Salimos mañana tempano quedamos a las cinco y media en la puerta de tu casa, son dos horas de viaje pero merece la pena. Estaremos tres días, volveremos el miércoles y esperó el asentimiento de ella.
Raúl se quedó a comer y luego fueron a casa de él, a su cuarto. Cerraron las persianas y se tumbaron en la cama, ella encima de él.
Mientras se besaban él le fue retirando la camiseta asta quitársela y cuando iba a por los pantalones, ella lo detuvo.
-Lo siento, voy demasiado deprisa- y subió las manos hasta su cintura y siguió besándola.
Cuando se izo tarde, Tara volvió a casa con ganas de que llegara al próximo día.

A la mañana siguiente, de madrugada, Tara cogió sus maletas y esperó en la puerta de su casa al coche de Raúl y de su hermano.
Raúl salió de su casa con las maletas y se reunió con ella, ambas esperaban el hermano de él y este llego a los dos minutos, montado en un Range Rover rojo cereza, pusieron las maletas en el maletero y los dos entraron en la parte de atrás, uno junto al otro. Echaron mano de una manta y se durmieron el resto del camino.
 Cuando llegaron, los dos bajaron medio dormidos, pero con ganas de pasarlo bien. Tara y Raúl cogieron sus maletas y subieron a su cuarto.
-Este es- indico él al entrar en una habitación con dos camas individuales.
 -Si quieres podemos dormir juntos- le dijo él dedicándole una sonrisa picara que hizo que ella se sonrojara. Al observar su reacción, él la tomo entre sus brazos y la puso en la cama, se colocó encima de ella y la comenzó a besar, pero en ese instante la voz de Rubén, el hermano de Raúl los interrumpió.
-Parejita dejar lo que estéis haciendo y prepararos para bajar al picadero.
-¿Vamos a montar a caballo?- le pregunto Tara a Raúl.
-Sí, ¿has traído las botas que te dije?- con el asentimiento de ella prosiguió- ¿sabes montar?
-Sí, de pequeña fui a la hípica.
Se dieron un último beso y se empezaron a cambiar. Ella se puso una camisa de cuadros azules con unos vaqueros y botas negras, y él, parecido a ella.
Bajaron las escaleras que daban a la planta baja donde re reunieron con el tío de Raúl.
-Raúl, coge tu caballo- le indica su tío, él asiente y se dirigió a uno de los muchos caballos- y tu... ¿cual quieres pequeña?- le pregunta el hombre que le mira con interés al ver que se fija en una yegua de mediana estatura, corpulenta y con la tez negra como el carbón.
-Esa me gusta mucho- y se acerca al animal que arrima el hocico en busca de alguna caricia.
-Veo que te gusta la bonita Pilgrin, no suele ser la más elegida pero contigo está en buenas manos- después de eso condujo a la muchacha al fondo de del largo pasillo abarrotada de boxes de caballos, tomo en mano los cepillos para limpiar al animal y su silla.
Entro en su box correspondiente y observó lo sucia que estaba, tanto el animal como el box donde se encontraba. Tiro de las riendas del animal y lo hizo salir del box atándolo en unos barrotes del costado de donde estaba. Tara volvió donde estaba el tío de Raúl, Jon y le dijo:
-¿Dónde puedo obtener una carretilla y heno nuevo?
-¿Vas a limpiar el box?- preguntó sorprendido de la actitud de la chica- Ahí, hay una carretilla y él heno que retire lo puedes tirar allí- señalando una montaña de heno retirado- y aquí tienes para reponer- le dice dándole dos fardos de heno nuevo.
-Gracias- lo agradeció ella y volvió al trabajo.
El hombre observó carácter de aquella bella muchacha que trabajaba como ninguna otra de de sus parecidos rasgos, aquel hombre nunca vio a una chica así mancharse las manos por acomodar a un animal que ni siquiera es suyo.
Tara tomo la carretilla y la lleno de heno usado, cuando iba a tirarlo a la montaña que le indico Jon paso por delante del box donde Raúl cepillaba a Rayo, su caballo, y al verla sonrió, aquella chica era única y lo sabía por eso la quería tanto.
Tara termino de limpiar el box y se dispuso a limpiar a la yegua. Cepillo en mano, retiro toda la suciedad de aquel esbelto animal que iba a ser su monta dentro de poco tiempo. Mientras tanto oyó como Raúl salía con Rayo de su box y salían al exterior.
Para finalizar de reparar a su yegua, Tara ajusto su silla y después trenzo la crin de Pilgrin y se izo una a ella misma para así colocarse el casco cómodamente, desato las riendas que seguían atadas en el exterior del box y se dirigió al exterior por donde había salido Raúl antes.
Fuera, en una campa con el perímetro limitado por una alta valla, Raúl ya trotaba a lomos de Rayo, se acercó y se monto en Pilgrin y a trote se acercó a Raúl que estaba acompañado por su tío. Ambos hombres admiraron el aspecto de Tara y de su flamante montura, que tanto Tara como Pilgrin con sus largas trenzas en espiga parecían de competición.
Montaron durante toda la mañana y al mediodía volvieron al establo y desmontaron los caballos.
La tarde la pasaron los dos, tara y Raúl, tomando el sol en una bonita colina, no muy alta, que se encontraba en la parte trasera de la casa.
Cuando comenzó a oscurecer, decidieron volver.

Ya en la habitación
-¿Estas cambiada?- pregunta Raúl del otro lado de la puerta.
-Sí, pasa- obtuvo como respuesta.
Él abrió la puerta y después de un leve chirrido pudo ver a Tara, solo cubierta con un fino pijama de verano junto a la ventana admirando la luna llena, él se acerco y la abrazo por detrás admirando también las maravillosas vistas que tenia pero no de la luna, sino de su preciosa novia.
Se tumbaron los dos sobre la cama más próxima a la ventana y se durmieron sin darse cuenta, uno junto a otro.


  








No hay comentarios:

Publicar un comentario